PRIMAVERA

...llega mayo.
No sé si es cierto que los griegos ofrecían gladiolos a los gladiadores vencedores, porque estas explicaciones etimológicas demasiado sencillas suelen encerrar alguna trampa. Pero a mi más asuntos que lides me recuerdan los altares de las vírgenes, venid y vamos todos con flores a María. Recuerdo la capilla de madera del color de las espigas amarillas y algunos claveles, también albos, mientras las voces infantiles desafinaban en las mañanas de mayo. Ayer, mientras avanzaba la tarde al encuentro con la dama de negro, yo paseaba en silencio. El macizo de jazmín de un chalet esquinado, lanzaba sus pesados aromas que, no sé porqué me incitan a vocaciones exóticas. Quizá porque el jazmín, o yasmín como se dice en árabe, vino de la lejana Persia. En nuestro modesto jardín mi madre se asombra con la explosión de las margaritas y el azul de unas petunias que parecen haber salido del fondo del mar, mientras en el jardín del vecino, las rosas demasiado orondas para mi gusto, despliegan sus pétalos, tras haber llegado a su misión, y ceden paso a los nuevos capullos. El otoño pardo y el invierno gris parecen un ramadán del arco iris para que llegue esta explosión de prímulas y fresias, dalias y begonias, un periodo de castidad cromática obligatoria para que luego estalle este espectáculo de tonalidades y de aromas. Y como si ante tanta belleza hubiera que poner un contrapunto en esa constante de las compensaciones y los equilibrios, la alergia y la abstemia, entre el estornudo y el cansancio neutralizan nuestra exaltación. A lo mejor son necesarias y representa al esclavo negro que nos susurra que no somos inmortales.