MIRADAS COMPLICES

… te llega un mensaje: tmb tng ganas de hablar cntg! (…) m an dixo unas cosas k m an markd mx! Ya t cntate!




Inmediatamente llamo a la persona que me lo ha enviado. Porque yo también tengo ganas de hablar con ella.

Su llamada me da para pensar. A veces basta una sola frase de alguien que no conoces para que tu corazón de un vuelco. Hay tanta gente a la que conoces sin saber ni siquiera su nombre… por las mañanas te encuentras a las mismas personas, les dices buenos días con una sonrisa al entrar en el vagón y les deseas un feliz día con un suave ladeo de cabeza cuando ellos bajan una parada antes que la tuya. Sabes que trabaja en una oficina. Sabes que está casada. Sabes que tiene hijos… sabes mucho de alguien que ni siquiera sabes su nombre. En algún momento puede que hables con ellos. Ellos saben de ti tanto como tú de ellos. Y es en el momento en que te hablan cuando te das cuenta que te conocen casi tanto como tú a ti misma. Te dicen una frase: “que nadie te cambies, que eres muy simpática” o “a veces nos juntamos con gente que tiende a cambiarnos, pero no debemos hacer caso” . Ellos quizás no sepan o quizás sí, hasta que punto una frase nos puede ayudar a seguir adelante. Después de pasar una mala noche, una mala época o una mala racha estas palabras ayudan. Me parece tan fantástico que una persona que no sabe tu nombre te diga una frase que te ayude en un momento determinado. Sólo de pensarlo me dan ganas de llorar. Si hay algún día que no ves a estas personas, esa mañana te falta algo y les hechas de menos. Te encantaría poder decirles “¿Qué ha sido de ti? ¿Qué has hecho todo este tiempo? O simplemente ¿Qué te pasó ayer? “ No sé … me siento cómplice de estas personas, necesito al que entona el “Solo le pido a dios” cada mañana a la misma hora, a la abuela que lleva a su nieta al colegio o a la mujer que va con el maletín… pero también necesito a quien me manda el mensaje porque también es importante tener a alguien a quien llamar para contarle todo esto. Me siento afortunada.