Hola, Qué taaaal??? Espero que disfruteis leyendo este blog y que seáis vosotros los que me conteis a mi, cosas inesperadas.

Saludos!!


lunes, 1 de noviembre de 2010

LA NOVICIA REBELDE

...un lunes con relato.



Siempre he estado segura de mi vocación.
Entré al noviciado con 22 años y nunca, en los tres años, he tenido ninguna duda.

Soy una chica normal, siempre he sido una chica normal. Tengo amigas de todo tipo y me gusta salir con ellas. Salimos los fines de semana y vamos a cenar o a tomar una copa. Lo paso bien con ellas. Son divertidas y sociables lo que hace que tengan un imán para atraer a chicos bastante guapos.

Antes de entrar al noviciado me hice una pregunta: “¿Quiero dar mi vida para formar una familia o dársela a la gente?”. Elegí la gente. Siempre he querido estar cerca de todos aquellos que me necesitan, de los más desfavorecidos.

Soy consciente de que soy una chica joven, y según dicen los que tengo a mí alrededor, también soy atractiva. Tengo el pelo moreno y la piel teñida del sol del verano todo el año. Muchas veces, en esas salidas nocturnas, ha habido chicos que han querido ligar conmigo, sin embargo no les he hecho demasiado caso y acababa partida de la risa viendo la cara que ponían cuando les contaba a que me dedicaba. “A la gente”, les decía, y huían despavoridos. Tal vez hacía esto porque estaba segura de quién era y de quién estaba dispuesta a ser.

Toda mi vida estaba tranquila, hasta que llegó una semana lluviosa de finales de octubre. El agua arrastró con ella toda la tranquilidad. Por una alcantarilla se escapó mi sosiego y al río fue a desembocar mi calma. Una sola semana bastó para que todas las certezas se escaparan y llegaran las dudas a mi ser igual que llega el sol después de la lluvia. Una semana bastó. Un chico encantador fue suficiente para echar mi puerta abajo.

Lo conocí en esas noches de algarabía fiestera en una de las discotecas más grandes de Sevilla. No podía dejar de bailar, junto con mis amigas, la canción que había estado sonando durante todo el verano. Una canción que bien podría ser de cualquier concursante de Operación Triunfo. Fue en medio del estribillo cuando noté su mano en el centro de mi espalda. Al girarme lo vi. Al verlo, la canción estival dejó de sonar, la gente de alrededor se convirtió en estatuas de sal, las luces se apagaron. Tan sólo un foco de luz blanca iluminaba su cara. Conservaba el moreno del verano, facciones muy marcadas, barba bien afeitada y previsiblemente muy suave. Su boca era grande y sus labios carnosos. Sus ojos claros hacían que la luz espejara y volviera a su punto de partida. Fue un momento, tan sólo unos segundos lo que tardó en recorrerme una extraña sensación de cosquilleo.

Los acordes de la siguiente canción fueron los que me hicieron reaccionar, ahora mis amigas ya bailan al ritmo y las luces habían vuelto a encenderse. Su cara estaba más cerca de la mía. Su cuerpo estaba más cerca del mío. Estaba segura que tras la ropa se encontraba un cuerpo fibroso sin el menor indicio de grasa. No dijo mucho, tan sólo me preguntó mi nombre, y seguimos bailando toda la noche.

El lunes, justo antes de empezar las clases me llegó un ramo de flores. Lo recogió Sor Angustias, la hermana que siempre está en portería. Por suerte pude esquivar su curiosidad, diciéndole que la semana anterior había sido mi cumpleaños y era un regalo que llegaba con retraso. El martes ya no pude disimular y fingí que iba a llamar a la floristería porque se habrían despistado. El miércoles llegó con tarjeta. Un pequeño sobre muy bien escondido entre las flores. “Queda conmigo esta tarde o llámame y hablamos. 615897625.Jaime”. Estaba claro que no iba a seguirle el rollo, metí las flores en un jarrón, las llevé a la capilla y continué mi tarea. El jueves volvió a llegar con la misma nota igualmente resguardada de miradas curiosas. Está vez, no pude evitar hablar con Sor Asun, la superiora de mi comunidad. Estaba claro que algo pasaba y ya había llegado hasta a los oídos más sordos. Después de una leve reprimenda acompañada de preocupación, decidí llamarlo y arreglar el problema.

Antes de decirme cualquier otra cosa dijo:

-¡No hablaré contigo hasta que no quedes a tomar algo!- lo dijo rápido, antes de que yo pudiese hablar.

-Necesito hablar contigo.

-Esta tarde a las cinco en el café central.-y colgó sin darme tiempo a que dijese nada.

He llegado al café y ahí estaba él. Vestía sencillo y elegante, una camisa de cuadros finos azules y unos vaqueros. Nada en él parecía diferente a la primera vez que lo había visto. Sin embargo, todo era ya diferente.

De regreso a casa, me he vuelto a hacer la pregunta que me había hecho diez años atrás. “¿La familia o la gente?”. Por primera vez en mi vida he tenido dudas.

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